miércoles, 30 de mayo de 2012

El placer de las letras olvidadas

En ese mundo de los calcetines perdidos, en el de las rosas de colores estridentes, en el de los senderos infinitos y los árboles cargados de frutos. Un mundo donde no existe el viento ni el huracán devastador, tan sólo una fresca brisa entre arcoiris; un mundo en cuyo día los rayos del Sol rozan tu piel con caricias, y en cuya noche la luna nos mege hasta dormirnos en un vaivén de versos.
En ese mundo me encontraba yo, tumbada de espaldas a un árbol, intentando refrescar mis ideas, que habían quedado petrificadas durante mi larga estancia en la realidad.
Ese mundo no es el mundo de mis sueños, ni el de mis pesadillas, pero tampoco el de mis despertares o mis noches en vela. Es el mundo de los libros, el de los mil paisajes y los mil cielos; un mundo que he recorrido desde edad temprana en mis inicios en las bodas de consonantes y vocales; un mundo que he reconstruido con ayuda de numerosos escritores, en el que hay un trocito de las ideas de cada uno, construido de fragmentos de amor, tristeza, alegría, felicidad, y todos los sentimientos surgidos en mis largas horas, digo días, digo meses, digo años, de mi corta vida dedicados a la lectura.




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¿ Escribo simplemente por escribir?

Desahogo en forma de un diario de sensaciones e ideas ciertamente abstractas.
Sin pretensiones de que me conozcan, ¿o miento?.
Todo es posible.
Oculto tras mis palabras, aquellas que dejo escapar desde lo más profundo de mi mente se puede hallar
No estaría mal ahogarse en un mar hecho de mis propios pensamientos, o navegarlo con un velero en un solo sentido, pero todo esto es demasiado profundo.
No puedo evitarlo.
Sobrevivo entre alegría y alegría, entre tristeza y tristeza. Como todos.
Pensamientos y sentimientos que se funden entre lágrima y sonrisa.

El resumen: Caóticamente hablando.