sábado, 18 de mayo de 2013

En un reino de luz, rodeado de muros de cristal, los habitantes se hacen llamar destellos, destellos de sombra, destellos de tierra. Pero no os confundáis con estos términos, los destellos son iguales a nosotros, con manos y pies, con sus caras, pero hay ciertas cosas que los distinguen de nosotros, algo imposible de imitar, y ellos lo saben. Sus ojos, no sabes con que nombre llamar al color de sus ojos, no tiene nada que ver con ninguno de los colores que conocemos y somos capaces de percibir.
Eva decía que eran de color azul, pero un azul como el destello que forma la luz sobre el agua calma. Y yo decía que las pupilas me recordaban a la corteza de un árbol quemado y el iris del color de los brotes  que renacen.

Después de unos días de convivencia con los destellos conseguimos hallar el secreto en el que basa todo lo que ellos son.

 Son la sombra del destello,  son lo que nosotros somos dentro de los espejos, son nuestro reflejo en el cielo y nuestra apariencia en la tierra. Y sus ojos son el mar, son ese charco de agua, el espejo, el cristal de aquel escaparate, aquella agua verde del estanque, en los que podemos contemplar nuestro reflejo.  Su mundo es nuestro mundo reflejado en una bola de cristal.


domingo, 12 de mayo de 2013

Y mientras escribo no puedo evitar desviar mi mirada hacia la ventana, allí, de forma maravillosa se observa un rosal con sus hojas verdes resplandecientes al Sol, como si por ellas fluyera oro líquido. De repente llega a  mí un recuerdo de la primavera pasada, ya marchito.

Pienso en aquella mañana, cuando la cámara de hacer fotos reposaba sobre la mesa, y todas las mariposas de papel en mi habitación parecían cobrar vida, algo se apoderaba de mí obligándome a levantarme y a abrir la ventana. Sal fuera, que los rayos del Sol caigan sobre tu piel como toneladas, y que la brisa ondee tu pelo con delicadeza, haciéndote cosquillas en las orejas. Y entonces llega ese escalofrío en la piel de los antebrazos y del cuello, y sabes que todavía no le has olvidado, que no es el vacío lo que sientes, sino más bien los pulmones a rebosar, todo lo que significa la atmósfera va recorriendo tus arterias y venas, intentando reventarte internamente como si fueras un globo de una de tantas fiestas de cumpleaños de cuando eras una estúpida niña. 
Ahora respiras profundamente con la esperanza de que eso que sientes junto con el aire que inspiras y espiras acaben por explotarte la cabeza. Pero no es así, dejas de mirar al suelo y entonces tus ojos se encuentran con ese rosal de rosas blancas, con sus hojas brillando bajo el Sol, con ese verde de esperanza, con ese mar de luz que te moja los pies. Decides olvidarlo todo y vivir hacia adelante, dejarte llevar por las olas, tanto en mareas altas como en mareas bajas, y casi lo conseguirás. 


Sigo escribiendo, y antes del punto final vuelvo a la ventana de madera algo desgastada, me fijo en los pétalos blancos de las rosas y me dejo llevar por mis pensamientos que indagan en el secreto de sus espinas.



y pienso en aquella mañana,
de luz y de espinas,
de blanco y de verde,
y de casi rojo
al afilarse
como las esquinas
de las calles,
casi sangrantes. 

¿ Escribo simplemente por escribir?

Desahogo en forma de un diario de sensaciones e ideas ciertamente abstractas.
Sin pretensiones de que me conozcan, ¿o miento?.
Todo es posible.
Oculto tras mis palabras, aquellas que dejo escapar desde lo más profundo de mi mente se puede hallar
No estaría mal ahogarse en un mar hecho de mis propios pensamientos, o navegarlo con un velero en un solo sentido, pero todo esto es demasiado profundo.
No puedo evitarlo.
Sobrevivo entre alegría y alegría, entre tristeza y tristeza. Como todos.
Pensamientos y sentimientos que se funden entre lágrima y sonrisa.

El resumen: Caóticamente hablando.