viernes, 31 de agosto de 2012

A su madre se la folló el diablo

A su madre se la folló el diablo.
¿Que de dónde me he sacado tal afirmación?, pues todo comenzó al observar sus orejas, aún siendo pequeñas, eran puntiagudas, casi en garfio o cual lince. Pero fuera de que yo llegara a ver alguna vez su verdadera imagen, ya me podría basar en su voz, aguda y estridente, y en la maldad que acumulaba en varios rincones de su mente y que poco a poco han pasado a constituir una mayoría entre sus distintos pensamientos y a ocupar casi toda la totalidad de su redonda cabecita. Otro hecho en el que basarme es la anécdota de su padre desaparecido aún sin haberle conocido, y además su poca necesidad de una figura paterna.

Cómo llegué a conocerla es algo simple en apariencia pero para mí resulta difícil de explicar cómo verdaderamente la conocí. Para cualquiera conocerla sería aquella vez que visité una gran librería en busca de un ejemplar que no quiero nombrar y resultó ser el mismo que ella buscaba; para explicarme mejor: ella y yo en una librería, y tan sólo un único ejemplar del mismo libro en ese establecimiento, obviamente la primera impresión no fue muy buena, y para colmo fue ella quien terminó comprando el libro, a pesar de que hoy ese mismo libro se encuentra en una de mis estanterías, pero eso es otra historia. Para mí la verdadera historia es cuando tres meses después coincidí con ella en una cafetería y a partir de entonces en el mismo lugar fui conociéndola. Con el pelo suelto resultaba atractiva, y no es que sus orejas me resultaran repulsivas, al contrario; bueno, pues eso, la primera vez fue extraña, aunque las siguientes veces ocultaban también algo especial, la vi, y no sé por qué mi corazón parecía golpear las costillas que lo rodean, así que me acerqué y la saludé, ella leía ese libro, el del día de la librería, se me ocurrió preguntarle si le gustaba, y contestó de forma extraña:
- Necesitaba leerlo.
Su respuesta chocó contra mi cara, yo finalmente conseguí leerlo, me lo prestaron y después lo devolví. Ella estaba terminando la última página. Yo permanecí callado y de repente me encontré con el libro en las manos.
- Tómalo, ya no lo necesito.
- Pero es tuyo, y no has terminado de leerlo, te falta la última página.
- No necesito leer la última página, quédatelo. Mi nombre es Ana.
- Mi nombre es Víctor, ya leí el libro y tú lo has pagado.
- Quédatelo, yo no lo pagué.
- Está bien, gracias.
Silencio, me miraba fijamente a los ojos, los suyos, castaños, si no fuera por su color hubiera pensado que eran un mar profundo en el que siempre flotaría. Decidí romper el silencio, algo incómodo para mí, y puede que reconfortante para ella.
- Bueno, ¿vienes mucho por aquí?
-A veces.
Más silencio, dirigió su mirada al suelo y luego de nuevo a mí, parecía dudar, y entonces se dirigió hacia la puerta, miró hacia atrás y se despidió con un seco adiós.

Desde entonces he sentido el impulso de acudir a aquella cafetería tras las clases, esperar a que llegara, eternizar mis segundos en horas, y unas veces volver a casa resignado y otras saludarla triunfal al pasar por la puerta, como ella dijo, a veces pasaba por allí, podían ser dos o tres días seguidos en una semana o pasar dos semanas sin que volviera. La segunda vez fue distinta, y la tercera y la cuarta comenzaban a parecerse pero siempre con sorpresas. Para mí fue como un espectro que me saludara tan alegremente y se sentara a mi lado nada más verme, y luego, charlar, charlar y charlar, conocernos, lo normal, intercambiar teléfonos, direcciones, anécdotas; a partir de ahí ya no hacía falta volver a la cafetería, nos veíamos en casa, en la calle, incluso una vez en el aeropuerto, yo no volaba, y ella tampoco, tan sólo decidimos ser diferentes.
Lo que menos entiendo de todo es lo que ve ella en mí, y lo que veo yo en ella, somos dos polos opuestos que se atraen, unas veces yo el agua y ella la raíz que absorbe, y otras veces al contrario. Unas veces yo martilleo clavos en su corazón, y otras veces al contrario. Nos peleamos, discutimos, pero finalmente reímos y nos atraemos el uno hacia el otro, juntos parece a veces que vivimos unidos en un agónico avispero. Ella endiablada, yo endemoniado, y al "carajo" con los demás.


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¿ Escribo simplemente por escribir?

Desahogo en forma de un diario de sensaciones e ideas ciertamente abstractas.
Sin pretensiones de que me conozcan, ¿o miento?.
Todo es posible.
Oculto tras mis palabras, aquellas que dejo escapar desde lo más profundo de mi mente se puede hallar
No estaría mal ahogarse en un mar hecho de mis propios pensamientos, o navegarlo con un velero en un solo sentido, pero todo esto es demasiado profundo.
No puedo evitarlo.
Sobrevivo entre alegría y alegría, entre tristeza y tristeza. Como todos.
Pensamientos y sentimientos que se funden entre lágrima y sonrisa.

El resumen: Caóticamente hablando.