Las mentiras no existen porque son mentiras, pero aún así mientes, y aún así la realidad te engaña. Tú, marioneta de pacotilla, repites lo que ella te dice, ella miente, tú mientes, como un títere grotesco vestido con sólo harapos engrasados. Ya es hora de sacar nuestras mejores galas y pasear por el camino de barro que rodea nuestro hogar, como un intento de demostrar que no hay miedo, o al menos que existen agallas.
Tan sólo existe la verdad, ¿qué cuál es la verdad?, se supone que debes saberla, se supone que viene contigo y con todas las personas ya de fábrica, sino entonces no habría cabida para la mentira.
No quiero te quieros sin fundamento, ni buenos días con recelo, ni besos con envidia, ni sonrisas con rencor, no me mires si no te importo, no me escuches sin tomarme en serio, no reprimas una carcajada por quedar bien ni tampoco rías cuando nada te hace gracia. No seas hipócrita, nunca es necesario, nunca. Tú no lo has hecho, pero sí has mentido, en su mayoría a ti mismo, huelo las mentiras como estiércol a menos de un kilómetro, soy sincera.
No busques en los demás aquello de lo que no puedes presumir, no exijas, conoce y déjate llevar. Todos los lugares son fantásticos si tienen bellos recuerdos, los demás, da igual el paisaje, sólo lo son en apariencia. Equivócate, no temas, es así como debe ser, si fuéramos perfectas máquinas no necesitaríamos a nadie, pero yo a ti sí, y creo que tu a veces a mí también.
Es difícil sobrevivir con tan solo una sonrisa pero yo tengo algo más. Aunque vivamos en un mundo salvaje.
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