domingo, 24 de febrero de 2013

Ahí está pero no está

El hogar se encuentra en un rompeolas, entre espuma de mar, algas marinas y conchas dispersas en la arena. Ella se deja llevar por el viento, y yo estoy en el centro de todo sentado en mi asiento siendo testigo de todo, observándolo sin temor. Llega el sonido de las olas, en su recorrido, compitiendo por llegar antes a la orilla, pero también llegan los gritos, el sonido de los cráneos siendo golpeados, el olor marino se entremezcla con algo rancio, y noto un sabor salado en la saliva. Ahora tan sólo puedo ver su cabello esparcido en la arena y un charco de sangre que se diluye con el agua del mar y que se filtra hacia el interior del suelo. Noto como se contraen los músculos de mi cara, algo que creía imposible dada mi situación, ¿será una sonrisa o será un semblante de amargura?, ni yo mismo lo sé, hace tiempo que olvidé por completo estas sensaciones, hace ya tiempo que se corto la puerta hacia los estímulos.

Estarán contentas las estrellas de no poder presenciar la misma escena de todas las noches. Aún sigo parado, observándolas, y observo a la Luna como deja caer su luz sobre ella, tan tierna, y ahora tan muerta. Llega a mí el pensamiento de si hay diferentes grados de muerte, me gustaría estar entre los más altos, sufrir más que nadie, quiero un castigo, no quiero seguir con esta vida. Se lo grito al vacío, ya que el viento no me quiere escuchar, cada vez que intento hablarle comienza a rugir fuerte para que ni yo mismo pueda escucharme. Y grito, y vuelve a mí un eco que me dice que ya estoy muerto, que lo estoy desde hace tiempo. Enloquezco y sigo gritando, hasta que la garganta me sangre y la escupa al aire junto con las palabras más amargas que se me ocurren, como prueba de las llagas que ha dejado el tiempo en mi interior, y así el cielo se tiña en su negro del rojo que indica que estoy vivo, y que no quiero seguir así, no quiero seguir con esta grotesca burla.

Odio el mar, odio el cielo, odio las estrellas, y lo que más me condena es pensar que no me puedo mover de esta silla ni siquiera para suicidarme. Y es imposible alejar de mí el pensamiento de que ella ya no está, está ahí tirada pero no está, ha huido del sufrimiento de observarme cada día. Yace todavía en la arena, quiso que fuera testigo de mi propia impotencia. La vi saltar, vi como hondeaba su cabello al viento antes de tomar la decisión más acertada, pero aún así nunca la perdonaré por no llevarme junto a ella. No pensó bien en que no me puedo mover ni para seguirla en la dirección del camino que ha escogido. La odio a ella también, y por encima de todo, me odio a mí mismo, hasta ahí llega mi arrogancia y egocentrismo, como ella solía decirme.

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho cómo describes todo. Lo haces todo más gráfico y tangible. Te felicito por la entrada. ¡Sigue escribiendo!
    Un saludo :)

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    1. Muchas gracias por comentar y por supuesto por leer mis entradas!!
      Un saludo!

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¿ Escribo simplemente por escribir?

Desahogo en forma de un diario de sensaciones e ideas ciertamente abstractas.
Sin pretensiones de que me conozcan, ¿o miento?.
Todo es posible.
Oculto tras mis palabras, aquellas que dejo escapar desde lo más profundo de mi mente se puede hallar
No estaría mal ahogarse en un mar hecho de mis propios pensamientos, o navegarlo con un velero en un solo sentido, pero todo esto es demasiado profundo.
No puedo evitarlo.
Sobrevivo entre alegría y alegría, entre tristeza y tristeza. Como todos.
Pensamientos y sentimientos que se funden entre lágrima y sonrisa.

El resumen: Caóticamente hablando.